CAPÍTULO 31 O Desde el jergón

La inmundicia, el calor árido, la pestilencia y la soledad, son los rasgos que trae un mundo post-apocalíptico. Para Tomás Sáez García esto no es más que su día a día.
El mundo no ha sido lo mismo desde que los islámicos se pusieran de acuerdo e hicieran detonar todas las centrales nucleares del mundo a la vez. Dejando el mundo hecho una puta mierda. Mutantes, bandas callejeras y un montón de basura radiactiva.
Tomás era un guardia civil en el antiguo mundo, un hombre que se conocía las carreteras y autopistas, un hombre con un callo en el culo de tanto conducir. Ahora es una cucaracha; así se les llama a los que sobrevivieron y van buscándose la vida.

Estoy tomando la mala costumbre de despertarme en habitaciones sin saber cómo he llegado a ellas. La cabeza me duele a rabiar, pero lo que de verdad me duele es la boca. Hurgo dentro y me saco una muela con sus raíces y todo. Escupo en la moqueta un lapo de sangre. Mi brazo, mi mejor pañuelo.
Examino toda la habitación, buscando las posibles vías de escape. Hay una ventana cerrada y con barrotes en el exterior. También veo una puerta al fondo. Supongo que cerrada a cal y canto. Solo me queda tumbarme en el suelo y esperar.
No pasa mucho tiempo hasta que escucho ruidos por el pasillo. Creo que es la voz de Laura. Eso es bueno, significa que sigue viva.
La puerta de la habitación se entreabre y asoma la cabeza del primate. Me mira con odio. Si por él fuera me desmembraba ahora mismo. Pero aun no es el momento. Entonces aparece Laura y su captor la empuja hacia dentro y cierra. Intento ir hacia ella, pero me duele todo y, de todas formas, es la chica la que se acerca a mí.
—Laura, ¿estás bien?
—Sí. Un poco magullada, pero me han tratado bien. ¿Y tú? ¿Y Ojo Triski y Jonathan?
—Yo estoy hecho una mierda, Ojo Triski ha muerto y Jonathan está bien. Cuando te secuestraron, él salió mal parado, pero está en buenas manos… ¿Seguro que estás bien?
—¿Sabes? Creo que me estoy acostumbrando a esto. A que la muerte este siempre cerca de mí.
Está rara. Extraña. Sus pupilas me confirman que está colocada, Dios sabe con qué. Físicamente, no muestra señales de violencia, pero no quiero ni imaginar lo que pueden haberle hecho. Esta cría ha sufrido demasiado en su corta vida, puede que al final se le haya ido la olla.
—Joder, Laura. Espabila. ¿Qué cojones te han hecho?
—Nada, de verdad. Me han tenido aquí encerrada. Solo me han sacado para llevarme a un baño para ducharme. El doctor Hipoglúcido ha venido varias veces a verme, y también John Cobra. Luego, el día de la carrera me encerraron en otra habitación, hasta ahora.
—¿Qué quiere Cobra de ti? ¿Sabe lo de tus poderes?
—Me ha contado parte de sus planes. Dice que él es el Señor de Valencia, que hay más Señores en lo que queda del país y que está preparando un ejército para marchar sobre Barcelona, y así poder abarcar más.
—Está loco de remate.
—¿Y quién no, Tomás?
Cierro los ojos para intentar comprender la chifladura que nos rodea. Será por las drogas, pero Laura parece encantada con su secuestro. No detecto ni una pizca de miedo en su voz. Demasiado tranquila.
—Dime que John Cobra no sabe lo de tus poderes.
—Sí, lo sabe desde hace tiempo, por eso no me ha matado. Dice que tiene preparado algo muy especial para mí.CIMG1284.JPG
—Maldito cabrón. ¿Y ese médico?, ¿qué te ha hecho?
—Ni idea, pero da lo mismo. Mira lo que puedo hacer, Tomás…
Laura señala una silla que hay en el rincón. Se concentra y, como si fuera un puto jedi, la eleva por los aires. Cuando está cerca del techo, la silla empieza a girar sobre sí misma a gran velocidad y, con un leve movimiento de mano, empieza a desmontarla.
Mi cara es un cuadro abstracto.
—Veo que has mejorado mucho desde la última vez.
—Sí. He estado practicando mucho.
—Y si sabes hacer eso, ¿por qué cojones no has intentado escapar?
—Sabía que vendrías a por mí.
Esta cría me da escalofríos.
—Tenemos que irnos ya, salir de aquí.
Me levanto, me acerco a la puerta e intento abrirla. Mi primera sorpresa es que está abierta y la segunda, es que al otro lado hay una mongola apuntándome a la cabeza. Si hago un movimiento en falso, hasta aquí hemos llegado. A la mierda. Cierro la puerta y me siento.
—No lo comprendes —dice Laura—. No se puede escapar de John Cobra.
Eso ya se verá, me digo.

El equipo de Tomás Trastornao recuerda que esta es un obra de ficción y que solo escribimos para hacer reír o sorprender al lector, nunca para hacer daño a nadie. Nuestro lema es “vive y deja vivir”. Juan, Moisés,Dani y Jose Luis